Tuvo lugar en los altos y en el valle de los Castillejos, situado a unos 4–5 kilómetros al sur de Ceuta la batalla de los Castillejos. Formó parte de la Guerra de África, que enfrentó a España con Marruecos, durante el reinado de Isabel II y el gobierno de Leopoldo O'Donnell.
Al amanecer del 1 de enero, tras el toque de diana, las tropas españolas acampadas en la línea exterior de Ceuta abaten las tiendas, desayunan, forman las columnas y se ponen en marcha. La vanguardia está formada por la División de Reserva, integrada por el Regimiento del Príncipe, los batallones de Luchana, de Cuenca y de Cazadores de Vergara y los tercios de voluntarios catalanes, mandada por el General Juan Prim,que ha recibido como refuerzos a 2 escuadrones de húsares del Regimiento de la Princesa y dos baterías de artillería. Por el mar, embarcaciones de la armada acompañan el avance de nuestras tropas para apoyar con sus fuegos cuando sea necesario, retirar las bajas y aportar suministros.
Batalla de Castillejos, de Eduardo Rosales.
Tras la vanguardia, está el resto del ejército expedicionario. Está mandado por el capitán general Leopoldo O'Donnell y cuenta, además de la vanguardia de Prim y del cuerpo de ejército que ha dejado atrás para proteger Ceuta, con otros dos cuerpos de ejército. En total, su fuerza alcanza los 35.000 hombres, con 74 cañones de campaña y casi 3.000 caballos y mulos. La Armada ha aportado 11 buques, con unos 3.200 marineros y 233 cañones. Las tropas moras, desde posiciones dominantes, tratan de frenar el avance español, lo que obliga a algunos batallones a intervenir en duros combates. Las tropas de caballería de Prim descendieron al valle junto a la Infantería de marina, que había desembarcado y estaba al mando del capitán de fragata Lobo.
A unos 4 kilómetros de Ceuta, entrando en el valle de los Castillejos, los combates aumentan en extensión e intensidad, sobre todo en las inmediaciones de la casa de un morabito. Ante un repliegue moro y la aparición de una formación de su caballería, Prim manda cargar contra ella a los húsares que, en su impulso, llegan hasta el fondo del valle. Es en esta carga cuando el cabo Pedro Mur toma valientemente una bandera que se conserva en el Museo del Ejército. Ante los fuertes contraataques marroquíes, los húsares se repliegan. Los combates aumentan en todo el frente y más contraataques moros incluso llegan a causar importantes bajas entre los artilleros de la vanguardia.
El cabo Pedro Mur, obra de Augusto Ferrer-Dalmau.
La posesión de una cierta colina se convierte en clave para derrotar al otro. Las tropas marroquíes tenían por objetivo recuperar a toda costa sus posiciones iniciales perdidas, por lo que se lanzaron a una serie de furiosos ataques contra las de Prim, dando lugar a enconados combates, que requirieron el apoyo del Regimiento de Córdoba y los batallones de Arapiles, León, Saboya y Simancas, del Segundo Cuerpo, al mando de Zabala y finalmente del propio O'Donnell con los batallones de Chiclana y Navarra. Los batallones de infantería española la conquistan y la pierden varias veces. Pelean a la bayoneta contra una numerosa y aguerrida infantería marroquí. Se ordena a los infantes del regimiento de Córdoba que dejen las mochilas para seguir el combate más ligeros pero en uno de los repliegues han de recular tanto que las mochilas quedan en terreno moro. La situación es grave, la moral flaquea. Los combates son muy duros y hay muchas bajas.
Grabado que representa a la infantería española en Castillejos.
Prim, ante lo crítico de la situación toma una arriesgada decisión, de esas que hacen trascendental la actuación de un mando. Toma la bandera del regimiento Córdoba y arenga a las tropas de este regimiento y a las inmediatas del Príncipe:
"¡Soldados! Vosotros podéis abandonar esas mochilas porque son vuestras, pero no podéis abandonar esta bandera porque es de la Patria. Yo voy a meterme con ella en las filas enemigas. ¿Permitiréis que el estandarte de España caiga en poder de los moros? ¿Dejaréis morir solo a vuestro general? ¡Soldados: viva la Reina!"
Prim en los Castillejos
Y, espoleando su caballo, se lanza contra las filas marroquíes. Las tropas reaccionan y, realizando un esfuerzo supremo, siguen a su general reforzados por nuevos batallones enviados por el general O'Donnell. Se traban nuevos combates que, derrochando valor y espíritu de sacrificio, obligan a los moros a retirarse proporcionando la victoria a los españoles.
El fin de la batalla.
Son las 4 de la tarde; de todos los efectivos humanos del ejército español, movilizados desde la península, en esta batalla participaron menos de diez mil hombres, frente a más del doble de efectivos marroquíes, cuyas bajas fueron superiores a dos mil. Los batallones españoles han sufrido unos 100 muertos y 500 heridos; están agotados y casi sin municiones; por ello se hace necesario que la 1ª división del 2º cuerpo de ejército les releve.
Castillejos, de Ferrer-Dalmau
Se han distinguido, entre otros, los regimientos de infantería de línea Príncipe, Córdoba, León, Saboya, Navarra y Simancas, los batallones de cazadores de Arapiles y Chiclana y los húsares de la Princesa.
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