Después de la batalla de San Quintín propiamente dicha, donde los ejércitos hispánicos obtuvieron una resonante victoria, los franceses continuaban resistinendo en la ciudad del mismo nombre. Los sitiados resistieron hasta el 27 de agosto, cuando una columna española, otra flamenca y una tercera inglesa asaltaron —con un duro cañoneo— varias brechas abiertas en la muralla.
Vista de la toma de San Quintín, de Tomás Munster.
Los asaltantes pasaron a cuchillo a gran parte de la guarnición y capturaron también al almirante Coligny con varios nobles más. Felipe II dejó como guarnición al conde de Abresfem con 4.000 alemanes, regresando a Bruselas para la reunión de los Estados Generales.
Sala de Las Batallas en el Monasterio de San Lorenzo del Escorial, erigido para conmemorar la victopria en San Quintín.
Al conocer el resultado de San Quintín, Felipe II se mostró apenado por no haber estado presente como él quería e informó a toda su familia, escribiendo a su padre Carlos I, retirado ya en el monasterio de Yuste. Seguidamente se acercó a felicitar al duque de Saboya, y decidió no atacar directamente París.
27 de Agosto de 1702.-
La flota anglo-holandesa que mandaban el almirante sir George Rooke y la holandesa el teniente almirante Philip van Almonde, aparecen en la Bahía de Cádiz el 24 de agosto, produciéndose el desembarco el 26 y la toma de Rota el 27.
Mapa de la Bahía de Cádiz en 1700.
Desde meses antes de iniciarse la Guerra de Sucesión española, se venía organizando por los ingleses y holandeses una expedición que asentara un duro golpe sobre el tráfico comercial entre la península y las Indias. La declaración de guerra a mediados del mes de mayo de 1702 no hizo sino acelerar los preparativos, por lo que el 12 de julio la flota estaba dispuesta para partir hacia su objetivo, la expedición debería servir para apoderarse de algunas plazas del sur de la península. Por otro lado, ingleses y holandeses perseguían objetivos más prácticos y concreto. Así, se pensaba interceptar la flota que se sabía regresaba de las Indias y apoderarse de todo su cargamento.
La armada aliada anglo-holandesa se componía por parte de la británica de 30 navíos, 6 fragatas, 2 corbetas, 5 bombardas con 2578 cañones y 9 brulotes 16440 hombres de tripulación y por parte holandesa, 20 navíos, 3 fragatas, 3 bombardas y 3 brulotes, con 1585 cañones y 10855 tripulantes. Además, se contabilizaban múltiples naves auxiliares. A ello habría que añadir el cuerpo expedicionario que actuaría en tierra.
Vista desde el fuerte de Puntales.
A todo esto había que añadir las fuerzas navales prescritas en la Bahía, que eran 6 galeras y 3 navíos españoles y 3 fragatas francesas.
Los viejos galeones de Indias sirvieron por última vez a España.
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