Durante el sitio de Algeciras, el vicealmirante valenciano Jaime Escribano llegó a la ciudad cercada con diez galeras en nombre de Aragón, se une al vicealmirante Mateo Mercer que tenía ya otras tantas en el lugar. Los diez barcos de Jaime Escribano y otros quince navíos castellanos al mando del almirante Gil Bocanegra, fueron enviados a Ceuta con el objetivo de hacer el mayor daño posible a la flota del rey de Marruecos, que esperaba en ese puerto la llegada de la flota granadina para acudir al auxilio de Algeciras.
El estrecho durante el sitio de Algeciras.
Torre del Almirante, residencia de Gil Bocanegra y las escuadras genovesa y castellana durante el sitio.
A su llegada al cerco, Gil Bocanegra apostó veinte de sus naves en el puerto de Getares a la espera de nuevas noticias y con el objetivo de interceptar a los magrebíes si se decidían a atacar el cerco.
2 de septiembre de 1819.-
La fragata mercante Primorosa Mariana, pierde el contacto con el navío San Telmo al doblar el Cabo de Hornos. Estos buques formaban una división naval junto al Alejandro I, uno de los navíos de 74 cañones comprados a los rusos, y la fragata Prueba, de 48 bocas de fuego, construida en El Ferrol en 1804. La escuadra estaba dotada con 1400 hombres e iba destinada al Perú para reforzar a quienes aún resistían el alzamiento, llevando también dineros para dar alivio a las arcas virreinales, ya prácticamente exhaustas.
La escuadra de Porlier.
La Prueba estaba al mando de D. Melitón Pérez de Camino e iba específicamente destinada a permanecer como dotación del Apostadero Naval del Callao. En cuanto al San Telmo, a su bordo se afirmaba la insignia del comandante de la escuadra, el brigadier Rosendo Porlier y Asteguieta, un criollo limeño que ahora llevaba pliegos para hacerse cargo del apostadero peruano y que catorce años antes se había medido con los ingleses en Trafalgar sirviendo a órdenes de Gravina.
Navío San Telmo.
Acompañaba a Porlier, directamente al mando de las 644 plazas de a bordo del San Telmo, D. Joaquín Toledo, veterano de la lucha contra los ingleses cuando la invasión de éstos al Río de la Plata en 1806, y hombre muy probado en la mar, que había salvado la vida en varias ocasiones de naufragio.
La división de Porlier se dio a la vela en Cádiz, el 11 de mayo de 1819 buscando la recalada en el extremo oriental de América del Sur, pero al llegar a la línea ecuatorial el Alejandro I, debido a la mala calidad de su calafateo, comenzó a hacer agua en cantidad incontrolable para sus bombas de achique, por lo que debió regresar a Cádiz.
Las demás naves siguieron en conserva hasta acceder al pasaje interoceánico al sur del cabo de Hornos, donde a principios de setiembre fueron sorprendidas por uno de los fortísimos temporales que son
corrientes en esa área. El San Telmo sufrió grandemente los efectos del tiempo tan duro, resultando con graves averías en el timón y la verga mayor, "sin haber podido remediar la primera y de más consideración, por la dureza que experimentaron en aquella altura", dicen los de la Primorosa Mariana, que trató de prestarle auxilio infructuosamente, perdiendo contacto el 2 de setiembre de 1819 en 62º de latitud austral y 70º de longitud oeste, obviamente de Cádiz. Esto es lo que consignan los pliegos que se conservan en el archivo de la Marina en el palacio del Marqués de Santa Cruz, en Viso del Marqués.
Cabo de Hornos.
La Mariana entró al Callao el 9 de octubre y la Prueba siguió para Guayaquil, tras una breve recalada en Paita, debido a la presencia de buques enemigos frente a la rada del puerto limeño y por no estar apta para el combate, puesto que al igual que el San Telmo había rendido la verga mayor durante el temporal al sur de Hornos y la tripulación era mayoritariamente presa de enfermedades y desnutrición.
Recreación del navío San Telmo perdido entre los hielos antárticos.
El brigadier Porlier y los demás tripulantes del San Telmo se consideraron desaparecidos algunos meses después y eran formalmente dados de baja en 1823.
Un equipo de ocho investigadores españoles iniciaron, durante la campaña 1992-93 y contando con la colaboración de tres científicos chilenos pertenecientes al Instituto Nacional Antártico Chileno y al Museo Nacional de Antropología, los trabajos de búsqueda del navío español.
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