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jueves, 11 de mayo de 2017

ZARAGOZA 1808

        Pues nada, ya tengo pintadas las figuras que representan elementos integrados en algunas de las unidades militares que tomaron parte en la defensa de Zaragoza, concretamente en el primer sitio. Estas unidades son: el 1er. Bon de Voluntarios de Aragón, Un oficial del Bon. de Voluntarios de Murcia y un miliciano aragonés.
















Como siempre, las figuras están pintadas con óleos.  Espero que os gusten.


jueves, 2 de marzo de 2017

General Cartaginés 214 a.d.C.

      Tenia ganas de meterle mano a esta figura que tenía en el cajón hace tiempo. Se trata de una figura que representa a un general Cartaginés, como el más conocido sería Aníbal Barca, este va a ser Magón, hermano de Anibal.











La mezcla de elementos que lleva en su uniforme denota el contacto con los diversos pueblos del Mediterráneo, lo que hace muy atractiva su figura para pintarla.










lunes, 27 de febrero de 2017

Muerte del Coronel Don José de Cadalso, prosista y soldado



27 de febrero de 1782.-



  
         José de Cadalso y Vázquez de Andrade, hijo segundo de una acomodada familia, nació en Cádiz en 1741, muriendo la madre de este parto, según afirma el mismo Cadalso en sus “Apuntaciones Autobiográficas”. Su padre, comerciante de Ultramar, pasa ausente de Cádiz la mayor parte del tiempo,y tardaría casi trece años en conocer a su hijo, por lo que la educación del niño recae en su tío Mateo Vázquez, jesuita y Rector del colegio que la Orden tenía en Cádiz. A los nueve años es enviado al colegio Louis de Grand de Paris, dirigido también por jesuitas, donde perfecciona el latín y adquiere profundos conocimientos en Humanidades y Ciencias Sociales. De regreso a España en 1758, ingresa Cadalso en el Real Seminario de Nobles de Madrid, donde estudió otros dos años y concluidos estos hizo un nuevo viaje por Europa, visitando de nuevo Francia, de donde pasó a Inglaterra y mas tarde a Holanda, Alemania e Italia. Este contacto con la Europa de su tiempo, vino a representar para Cadalso el inicio de una mentalidad avanzada así como una información excelente sobre política y costumbres de los países visitados, enriqueciendo su formación con un mejor y más amplio conocimiento de idiomas.





José Cadalso



     Viajando su padre por Dinamarca, le sorprende la muerte en Copenhague, por lo que Cadalso regresa a España en 1761, y un año mas tarde ingresa como “Cadete de Cuerpo” en el Regimiento de Caballería de “BORBÓN”, con el que asiste a la campaña de Portugal donde presta un valioso servicio de información, siendo felicitado por el conde de Aranda, que a la sazón ostenta el mando de las tropas españolas como general en jefe. Aranda le nombre su Ayudante y ya siempre le mostró una gran estimación. Por estos servicios es promovido Cadalso a Capitán en 1764 y dos años más tarde (1766) es armado caballero de la Orden Militar de Santiago.



      Y es en estas dos décadas (1762-1782) por las que transcurre la carrera militar y la actividad literaria de José de Cadalso, donde se hace patente –como tantos otros ilustres escritores que han vestido el uniforme militar- la conjunción plena de las armas y las letras, hasta el punto de figurar como uno de nuestros mejores soldados-prosistas del Siglo XVIII. A finales de 1768, se atribuyó a Cadalso un panfleto satírico titulado “Calendario Manual” en el que se hacía burla de ciertas damas y caballeros de la Corte, de cuyas resultas es desterrado de Madrid por seis meses. Cumplidos los cuales, se incorpora a su Regimiento que estaba destacado por tierras de Aragón, regresando de nuevo a Madrid en 1770. En Madrid, pasa a alternar los servicios propios de su empleo con sus aficiones literarias que le llevan a escribir algunas obras poéticas y a concurrir con asiduidad a la Fonda de San Sebastián –pequeño parnaso madrileño- donde coincide con Nicolás Fernández Moratín, Vaca de Guzmán, Tomás de Iriarte y Félix María de Samaniego, entre otros ilustres escritores y poetas de este tiempo.

 




     Por entonces, vino Cadalso a enamorarse locamente de la actriz María Ignacia Ibáñez, la “Filis” de sus apasionados versos, que desde Cádiz había sido llevada a la Corte donde se hizo famosa por su belleza y arte. En Enero de 1771 se estrenó en el Teatro de la Cruz una tragedia escrita por Cadalso “Don Sancho García”, en la que María Ignacia representaba el papel de la condesa; pero la obra sólo aguantó en el cartel cinco días, los dos últimos con el teatro prácticamente vacío. La cómica Ibáñez correspondió a la pasión de Cadalso con una gran fidelidad, hasta el punto que este pensó seriamente casarse con ella, aún persuadido que este hecho le haría abandonar la carrera de las armas, ya que el Rey – dada la condición de cómica de la dama- nunca le otorgaría su Real Licencia para contraer matrimonio, preceptiva entonces y hasta hace muy pocas décadas, a todos los oficiales del Ejército Español. Pero he aquí, que el 22 de Abril de 1771, y tras una brevísima enfermedad muere María Ignacia, asistida hasta sus últimos momentos por el propio Cadalso, que firmó como testigo de su testamento. La desgracia sobrecogió de tal manera al infortunado amante, que durante días y noches no se separó de la tumba de su amada, que había sido inhumada en la iglesia de San Sebastián de Madrid, hasta el punto que, al parecer, (el hecho no está completamente probado) pretendió desenterrar su cadáver para llevárselo, sobornando para ello a un sepulturero que hacía las funciones de guarda en dicha iglesia. Fracasado en su empeño, su amigo el conde de Aranda, enterado de su locura, y para alejarlo de Madrid lo destinó a Salamanca.

     El Romanticismo imperante en la literatura española pocos años después, dio a las “Noches Lúgubres” de Cadalso, donde se narra el macabro suceso, un contenido autobiográfico, haciendo plenamente suyos los hechos relatados por el autor. Pero en honor a la verdad, séanos permitido afirmar, que todo este asunto del levantamiento del cadáver de su amada por parte de Cadalso, ni el destino-destierro de este a Salamanca están suficientemente probados. Es más, hay cartas de Cadalso, fechadas de su puño y letra en Madrid durante los meses de Mayo – a los pocos días de la muerte de María Ignacia- Agosto y Septiembre de 1.771, que parecen corroborar el hecho de que Cadalso no había salido de la Corte.




"Crecer después de la muerte", grabado de Goya que ilustró las "Noches Lúgubres".





      En Mayo de 1773, repuesto ya su ánimo, recibió Cadalso orden de trasladarse con su Regimiento a Salamanca, donde conoce a Meléndez Valdés, resultando ser uno de los factores más influyentes de la escuela poético salmantina. De guarnición en Salamanca hasta Octubre de 1774 en que sale para Extremadura con su Regimiento. En este año es ascendido a Sargento Mayor (asimilado a Comandante) y publica un muy interesante y documentado libro sobre temática militar aplicada al Arma de Caballería, titulado ”Nuevo sistema de Táctica, Disciplina y Economía para la Caballería Española”. De su obra literaria destacan sus “Eruditos a la violeta” (1771), dirigida al público que tan mal había acogido su “Don Sancho García”; “Ocios de mi juventud”, “La Numantina” y Cartas Marruecas (1789), publicada esta última después de su muerte, que con sus “Noches Lúgubres” son, sin duda, sus mas importantes obras.

Edición de 1793 de las Cartas Marruecas

           En 1.778 Cadalso fue trasladado con su Regimiento a Andalucía, siendo destinado a petición propia al campamento español de sitio en Gibraltar, donde desempeña el cometido de Ayudante del general en jefe Don Martín Álvarez de Sotomayor, siendo ascendido en dicho año al empleo efectivo de Comandante de Escuadrón, y finalmente, en Enero de 1782, un mes antes de su muerte, a Coronel de Caballería graduado. Pero en el alma de Cadalso sigue vivo el recuerdo de su “Filis” amada; se vuelve taciturno y a sus más íntimos les comenta que busca con ansia la muerte como fin a sus sufrimientos y a sus imposibles amores. Y la muerte le llega en un atardecer de Febrero de 1.782. El día 27 de dicho mes, en pleno asedio de Gibraltar, permutó Cadalso el servicio con su compañero el marqués de Campo Santo, para que este pudiera asistir a una cita de amor. El recién graduado coronel, desde los baluartes del campo de San Martín, inspecciona con detenimiento el campo enemigo pese al nutrido fuego de las baterías inglesas, hasta que una granada le destroza la cabeza. A su compañero el marqués de Campo Santo, le impresionó tanto la muerte de su amigo que la sintió como propia, hasta el punto que abandonó el servicio de las armas y profesó como capuchino en un convento de Sevilla.