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viernes, 22 de mayo de 2015

Creación de la Liga Clementina 1526



22 de mayo de 1526.-

      

     Las provincias italianas de Milán, Florencia y Venecia, el papa Clemente VII y Francisco I de Francia sellan en la ciudad francesa de Cognac una gran alianza con el objetivo de aislar a España y frenar la imparable hegemonía de Carlos V. Francisco I acaba de firmar el Tratado de Madrid, jurando sobre los Evangelios y dejando como rehenes a sus propios hijos; pero considera que ese documento es papel mojado que se ha visto forzado a aceptar por su largo cautiverio.


                                                                       Clemente VII


      Las ciudades italianas, siempre recelosas de un poder dominante, acuden a la llamada. Francisco I, humillado por el rey hispano, no se contenta con esta alianza y busca acercarse al mayor enemigo del paladín de la cristiandad, el poderoso turco Solimán el Magnífico. Para el Papa, si ya la vinculación a un pacto bélico afeaba su conducta, la implícita alianza de Roma con el Imperio otomano resultaba del todo desquiciante.



Solimán I


      La guerra se hizo inminente y un mes después de constituirse, las tropas de la Liga entraban en Lodi. Pero las tropas imperiales marcharon hacia Lombardía y pronto forzaron al duque de Milán a capitular y a abandonar Milán en julio de 1526. Mientras tanto, la familia Colonna, con ayuda del virrey de Nápoles, organizó un ataque en Roma, derrotando a las fuerzas papales y tomando brevemente el control de la ciudad, saqueando el palacio papal y algunas casas de cardenales.


Carlos I de España y V de Alemania.



      Apoyado por el sorprendente giro de Francia y sus aliados, Solimán el Magnífico encuentra vía libre para iniciar su incursión en el continente y desde su base de Constantinopla conquista Belgrado y Budapest. La ceguera del Papa y el monarca francés dejaba vendido al joven monarca húngaro Luis II, que moría en la defensa de Budapest. Para Carlos V este hecho tenía connotaciones personales, pues su hermana María era la esposa del difunto, con quien la casa de Austria guardaba excelentes relaciones. Por encima, con las dos ciudades del Danubio rendidas, la gran amenaza se cernía sobre Viena, la cuna de la dinastía.




                                                                  Francisco I de Francia.








     Las vacilaciones del papa inutilizaron el progreso de la Liga, ya que el cauteloso ejército papal y veneciano esperaba a las tropas francesas, lo que permitió nuevos refuerzos imperiales, aunque Francisco I logró atraer a Enrique VIII de Inglaterra en el Tratado de Westminster en abril de 1527.
Carlos V reunió una fuerza de lansquenetes bajo el mando de Georg Frundsberg y un ejército español a las órdenes de Carlos de Borbón. Las dos fuerzas se unieron en Piacenza y avanzaron hacia Roma.



Lansquenetes alemanes.



     Ante la ausencia de dinero y equipamiento, el condestable de Borbón dirigió al ejército imperial a Roma; Francesco Guicciardini, al mando del ejército papal, no pudo resistirles, y el 6 de mayo de 1527, cuando murió el condestable de Borbón, su ejército mal pagado atacó y saqueó la ciudad, manteniendo al papa cautivo. Aprovechando la situación del papa, los florentinos expulsaron a los Médici y restauraron la república.





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