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miércoles, 30 de enero de 2013

Batalla de Gembloux 1578.



30 de enero de 1578.-





      D. Juan de Austria derrota en Flandes a los ejércitos protestantes en la batalla de Gembloux. Los ejércitos se enfrentaron en Namur. Si el del los rebeldes contaba con muchos más hombres -25.000 frente a 17.000-, el de don Juan estaba formado por soldados seleccionados y curtidos en múltiples batallas. Además, a su frente se encoontraban varios de los generales más temidos de Europa: Mondragón, Toledo, Farnesio, Mansfeld, Martinengo, Bernardino de Mendoza, Octavio Gonzaga...y todos ellos bajo el mando del vencedor de los moriscos y del turco. El resultado era inevitable:
 "..pues rara vez que sucedió que tan pocos, y a tan poca costa, en tran breve tiempo derramasen tanta sangre y diesen fin a la batalla".


D. Juan de Austria.










     La intención de los rebeldes era presentar batalla a los hombres de don Juan en el mismo Namur pero, al tener conocimiento de que el ejército real venía directo a su encuentro, decidieron retirarse a Gembloux a meditar la situación. Antes del amanecer se pusieron en marcha ambos ejércitos en busca de la batalla. Tal confianza tenía don Juan en la victoria de sus hombres que la noche anterior mandó añadir al estandarte real que él mismo había llevado en Lepanto, bajo la cruz de Cristo, la siguiente frase:


      "Con esta señal vencí a los turcos, con esta venceré a los herejes".


Salida de los Tercios españoles de la ciudad de Brabante para reunirse con el resto del ejército español en Namur.


     Mandó a Octavio Gonzaga con algunas tropas a entretener al enemigo hasta que llegara el grueso del ejército. A Gonzaga le salió demasiado cumplidor un capitán que empezó a hacer retroceder al enemigo. Preocupándole que esa acción forzase el ataque masivo del ejército contrario, le mandó Gonzaga al capitán un mensajero para que retrocediese. En mala hora y con mal tono llegó el mensaje. Indignado, pues pensó que se le tachaba de cobarde, Perote, que así se llamaba el capitán, contestó:  "...que él nunca había vuelto las espaldas al enemigo, y aunque quisiera no podía..".



Caballería española en Flandes.



  
      Todo ello iba provocando, de forma un tanto involuntaria, que las tropas rebeldes se fueran encaojonando en lo bajo y angosto de un paso en pendiente. Lo vio Alejandro Farnesio, al cual, sin cesar instaba don Juan en que no fuera a pelear pues lo necesitaba a su lado, y sin detenerse más, arrebatándole al paje de lanza la que llevaba, y montando de presto otro caballo que Camillo de Monte tenía más suelto para pelear, arrojando incendios marciales por ojos y boca, vuelto al paje le dijo:

"Id al general austríaco y decidle que Alejandro, acordándose del antiguo romano, se arroja en un hoyo para sacar de él, con el favor de Dios y con la fortuna de la casa de Austria, una cierta y grande victoria hoy" .


Alejandro Farnesio.





     Con el mismo ímpetu y con el ejemplo llevó tras sí los cabos más valerosos de la caballería, a Benardino de Mendoza, a Juan Baustista de Monte, Enrique Vienni, Fernando de Toledo, Martinengo, Mondragón y otros. Sus salvajes y repetidas cargas pusieron en fuga a la caballería enemiga, que ni se planteaba el pelear contra semejantes guerreros poseídos por el dios Marte. De tal forma huyeron que estrellándose en precipitada fuga con su infantería, que estaba destrás, la desordenaron, en parte la estropearon, y del todo la desampararon, de manera que le fue después fácil a la caballería de que iba con Alejandro hacerles pedazos.


Batalla de Gembloux.





     Se les arrebataron 34 banderas, la artillería y todo el bagaje dejando en el campo de batalla más de 9.000 muertos. Mientras una parte de los que quedaron vivos no dejaron de huir hasta que llegaron a Bruselas, otra, para su perdición, pretendió fortificarse en Gemloux. No duró mucho su resistencia, y cuando entregaron la ciudad se les perdonó la vida a cambio de un juramento de fidelidad al rey. En éste, su plaza fuerte, habían acumulado tal cantidad de víveres y munición que sirvieron al ejército de don Juan durante varios meses. Guillermo el Taciturno abandonó Bruselas y huyó con su corte hacia Amberes ante la posibilidad de que D. Juan de Austris asaltase la ciudad, cosa que no pudo hacer por falta de dinero y de artillería.

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