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domingo, 31 de marzo de 2013

Expulsión de los judíos de España 1492

31 de marzo de 1492.-



     Se firma en la Alhambra de Granada el Decreto de la Alhambra o Edicto de Granada por los reyes recién llamados Reyes Católicos, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, en el cual se obliga a todos los judíos de la península Ibérica a convertirse al catolicismo o ser expulsados. Por motivos logísticos se extendió este plazo hasta el 2 de agosto a las doce de la noche. Fernando el Católico firmaba otro para el reino de Aragón. Ambos partían de un mismo borrador elaborado por Tomás de Torquemada, inquisidor general en España.


Firma del decreto de expulsión de los judíos, de Emilio Sala.
 


       Los Reyes Católicos no eran en absoluto racistas y contaban en la administración con judíos que ocupaban puestos de responsabilidad evidente. La medida, sin duda polémica, debe entenderse desde el concepto de comunidad, dentro de un contexto de paz reciente y en un proceso de madurez monárquica. La monarquía dejaba de ser la institución paternalista de la Edad Media y pasaba a convertirse en una proyección de sus comunidades. La comunidad castellana, como la gallega, la navarra o la aragonesa, se definían por su credo y por su ley. En la nueva monarquía no cabían dos rangos de ciudadanía. Quien no cupiera en la comunidad establecida, debía marcharse.


Copia sellada del edicto de Granada.


       Se sospechaba que muchos judíos profesaban en secreto su antiguo credo y de ahí surgieron rumores, a menudo improbables y en cualquier caso muy residuales, de que dichos falsos conversos practicaban rituales sacrílegos e incluso sacrificios humanos. Verdad o no, los rumores elevaron el rechazo que ya existía hacia los judíos, cuyos hábitos eran desconocidos y su modo de enriquecerse a través del préstamo con interés, considerado un pecado de usura, ofendía al ciudadano común. Con justicia o sin ella, no cabía duda de que el problema judío quebraba la paz dentro de la comunidad.



Mapa de la Diáspora judía.


       La expulsión se produjo dentro de una tendencia muy establecida en Europa. Desde el siglo XIII al XVI, fueron muchos los países europeos que expulsaron a sus judíos. España en 1492 se encuentra en medio de una serie de 15 expulsiones, siendo precedida por Inglaterra, Francia, Alemania y muchos otros, y fue sucedida por al menos cinco expulsiones más. Así que España no constituye una excepción a lo que ha sido una trágica historia de la vida de los judíos entre los pueblos cristianos.



Joaquín Turina, Expulsión de los judíos de Sevilla.



      La expulsión supuso que las sociedades castellana y aragonesa perdieran a figuras tan ilustres del mundo cultural y científico como Abraham Zacuto (astrónomo y cosmógrafo), Salomón ben Verga (escritor), Isaac Abravanel (consejero de los Reyes y escritor), su hijo León Hebreo además de otros muchos.
Traducciones de la santa Biblia como la Biblia de Alba o la de Ferrara, que llevaron a muchas otras como la de Reina y Valera o la inglesa de King James, no pudieron seguir siendo desarrolladas.
 Las estimaciones de la cifra total de judíos que salieron de España son muy dispares, pero abarcan desde los 50.000 a los 200.000 individuos. En Aragón la población hebrea era poco abundante, por lo que la pérdida demográfica supuso unos 10.000 o 20.000 habitantes. Por el contrario en Castilla eran numerosos.



La expulsión de los judíos supuso una importante pérdida de población en España.


       Para los Reyes Católicos la expulsión de los judíos suponía un serio revés económico. No cabe, pues, la interpretación de la expulsión en clave económica suponiendo que se cometió una expropiación de bienes. La medida exigía dos garantías para que hubiera evidencia de que se perseguía un credo y no una raza. Una fue precisamente la libre disposición de bienes y la otra, un plazo de cortesía que daba la oportunidad de acoger el catolicismo y evitar la expulsión. Los Reyes promovieron esta última y el clero intensificó su predicamento prometiendo grandes privilegios a los conversos, aunque la mayoría de los judíos escogió libremente el exilio.


Partida de España.


       Los judíos españoles encontraron el Imperio Otomano una segunda patria en la que, aunque sometidos a vejaciones y a una fuerte presión fiscal, la comunidad sefardita se convirtió en el centro donde brillaron los miembros de la familia Nasi.

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